Reflexiones sobre la ciudad ambientalmente sostenible
Las zonas verdes

Las plantas y los árboles son indispensables para conseguir un entorno ambiental sano y para la vida misma. Su doble efecto sobre el aire (produce oxígeno y reduce el CO2) contribuye a disminuir sobre todo el impacto ambiental de la combustión de combustibles fósiles. Hay datos empíricos que demuestran que, en un año, por término medio, un árbol consume 9.1 kg. de C02 - una cantidad semejante a la que emite un coche en un viaje de 18300 km-, y exhala el oxígeno necesario para la óxigenación de una familia de cuatro personas durante un año.

En la ciudad, la existencia de parques y jardines contribuye a recuperar la calidad ambiental de un entorno más natural, y de actuar a modo de su propio pulmón. Sin embargo, la superficie que ocupan estas zonas verdes es relativamente pequeña. La mayor parte de la superficie de la ciudad son viales y edificación.

Cuando observamos la ciudad desde el aire, comprobamos la coexistencia de superficies verdes y de edificación. En cambio, cuando observamos solamente las cubiertas de los edificios, aunque no tengan ningún uso específico, casi nunca vemos masas vegetales. La superficie de la cubierta ocupa una extensión importante de la planta de la ciudad y, sin duda, no es razonable desaprovecharla sin incorporar vegetación, que tantas ventajas ambientales aporta.

Por ejemplo, las ventajas de una cubierta con masa vegetal no solamente son estéticas (mejora la caótica imagen de las cubiertas). Como hemos visto la masa vegetal contribuye a reducir la cantidad de C02 en el aire. Además, mejora el confort térmico porque la evaporación del agua refresca el aire, y su masa reduce el impacto acústico del ruido aéreo exterior.